A la Presidenta Cristina Fernández la atormenta lo mismo que le quitaba el sueño a Néstor Kirchner antes de morir. Es la idea de terminar sus días no abrazada por el reconocimiento de la Historia, sino recorriendo los tribunales de Comodoro Py, como Fernando De la Rúa, o incluso privada, en algún momento, de su libertad, como le sucedió a Carlos Menem. El fantasma del juez Norberto Oyarbide prendiendo el ventilador o la amenaza de su colega Claudio Bonadio de investigar a fondo la poco transparente y equitativa distribución de la pauta oficial y el dinero de Fútbol para Todos encendió, en Ella y su círculo íntimo, todos los radares. Sus escuderos en el Consejo de la Magistratura, el secretario de Justicia Julián Álvarez y el diputado nacional Eduardo Wado de Pedro, leyeron bien la extorsión pública que le hizo al gobierno del juez del anillo de los u$s 250 mil dólares. Porque un juicio político en contra de Oyarbide no solo podría generar la reapertura de la causa por enriquecimiento ilícito de Carlos Liuzzi, segundo de Carlos Zannini, por ahora archivada. También podría provocar la necesidad de volver a revisar el expediente contra el matrimonio Kirchner por enriquecimiento indebido, que el inefable magistrado sobreseyó en tiempo récord.

 

Impulsados por el propio Álvarez, dirigentes de La Cámpora se anticiparon a los tiempos históricos y alentaron una denuncia por enriquecimiento ilegal contra Sergio Massa, líder del Frente Renovador, y el presidenciable que mejor mide en las encuestas. La que presentó el escrito ante la Justicia es una abogada que se llama Carolina Gómez, y respondería, de manera directa, al Secretario de Justicia. El documento en que se basó para hacerlo es un artículo de la revista oficialista Veintitrés. El mensaje implícito de esta acción sería: “Si Massa llega a la Presidencia, bien puede impulsar una persecución judicial’ contra Cristina, pero nosotros no nos vamos a quedar quietos, y tarde o temprano le vamos a dar de probar un poco de su propia medicina. La diferencia entre un expediente y el otro es que las declaraciones juradas de Néstor Kirchner y su esposa estaban demasiado floja de papeles, según declaró, en su momento, el ex fiscal de Investigaciones Administrativas, Manuel Garrido.

 

¿Incidirá, en el ánimo de la Jefa de Estado, para respaldar o favorecer la candidatura presidencial de uno y otro dirigente, dentro o fuera del Frente para la Victoria, la predisposición de alentar una justicia independiente, que pueda resolver rápido los casos de corrupción y meter presos a los funcionarios públicos que hayan delinquido? 2014 y 2015 podrían ser los años en los que se podría consumar la ‘venganza’ de los fiscales y jueces federales que están siendo presionados por el Gobierno y que no pueden trabajar con la libertad que desearían. Los casos de Oyarbide y Bonadio ilustran el convulsionado presente, pero la persecución contra el fiscal José María Campagnoli tiene a la mayoría de los fiscales, ahora mismo, atados de pies y manos. Voy a pelear hasta el final, porque mi destitución será interpretada, dentro y fuera de los tribunales, como la consagración definitiva de la impunidad en la Argentina, le dijo Campagnoli a un colega que hace un tiempo le recomendó bajar el perfil para conseguir “un empate sobre la hora.

 

Pero a este cuadro de situación se va a agregar la influencia de Jorge Bergoglio en los asuntos de la Argentina que viene. El Papa aparece, desde el discurso, y también desde la acción, como un cruzado contra la corrupción y la impunidad de los gobernantes. Su contacto directo con los familiares de las víctimas de Cromañón y la masacre de Once está repleto de referencias a terminar con la complicidad de los altos funcionarios que no hacen bien su trabajo y que al mismo tiempo de llenan de dinero por debajo de la mesa. ¿Quién podría encarnar, para Francisco, la mejor expresión del combate contra la impunidad, de todos los precandidatos a Presidente? El Papa parece tener una relación muy fluida con Daniel Scioli y con Mauricio Macri. Su vínculo con Elisa Carrió es, en principio, por la vía del legislador por la Ciudad, Gustavo Vera. Se espera que, en los próximos meses, también reciba, en audiencia personal, a Massa, para desmentir los crecientes rumores de su falta de conexión. ¿Es posible que Francisco, así como compartió más de dos horas con Cristina Fernández y logró una confianza que se traduce en el tuteo mutuo, se anime a inspirar a los presidenciables para alentar la lucha contra la corrupción? Aunque el cristinismo lo intentó humillar una y mil veces, a Scioli no lo moviliza ningún ánimo de venganza. No está en el ADN de Daniel, me dijo unos de sus voceros. Por su parte, Macri se considera una víctima de la justicia K, y, con cada interlocutor que habla del asunto, le dice que él sería incapaz de acusar falsamente a alguien por razones políticas “como lo hicieron conmigo”. Pero, de acuerdo a la mirada de figuras como Zannini o Máximo Kirchner, la presencia en el Frente Renovador de dirigentes como Adrián Pérez o Santiago Cantón transformarían a Massa en un líder con vocación de no barrer la basura debajo de la alfombra, en el caso de que la basura termine contaminando gran parte de las áreas del Estado.

 

El vicepresidente Amado Boudou y el exsecretario de Transporte, Ricardo Jaime, son apenas dos de los nombres destacados de una lista de más de una decena de integrantes del Gobierno que temen condenas ejemplificadoras. Lo que va a determinar el lugar en la historia de ellos, y también el de la Presidenta es, además de la influencia de Francisco, la evolución de la crisis económica y social, desde ahora hasta diciembre de 2015. Si este Gobierno logra llegar a fin del año que viene en condiciones más o menos aceptables, el fantasma del desfile por los tribunales se empezará a disipar. Si no lo consigue, ningún pacto con ningún candidato la podrá eximir de rendir cuentas.

 

Publicado en El Cronista