Carlos Menem, el "innombrable", el hombre cuyo apellido Néstor Kirchner no puede pronunciar sin tocar sus órganos genitales para evitar que la mala suerte se desplome sobre él, se transformó ayer en El Gran Salvador del Gobierno. El Senador Providencial cuya ausencia en el recinto sirvió para postergar una derrota escandalosa.

¿Fue la no concurrencia de Menem producto de un acuerdo espurio? ¿Triunfó de verdad el oficialismo al retirarse del debate y no dar quórum para designar las autoridades de las comisiones que tarde o temprano pasará a controlar la oposición?

En verdad, la respuesta a ambas preguntas no tiene ninguna importancia.

Haya sido producto de la casualidad o de una oscura negociación, las sospechas sobre Menem y también sobre Kirchner quedarán en el aire contaminado de la minúscula política argentina. Su pasado los condena y ya nada pueden hacer para evitarlo.

Y tampoco importa demasiado que el kirchnerismo festeje este paso de comedia como si fuera una victoria incomparable. Por fortuna, la sesión de ayer fue televisada y será difícil, para los que la vieron, pensar que lo que hicieron los senadores kirchneristas fue algo bueno para el país.

En el fondo, Menem y Kirchner no son tan distintos.

Ambos intentaron e intentan acumular poder sin demasiados escrúpulos. Al Menem que se alió con la UCeDé le corresponde el Kirchner que pacta con los barones del conurbano. Al ex presidente que impulsó una reforma de la Constitución para ser reelecto, le corresponde el ex mandatario que adelantó las elecciones para evitar una derrota peor que la que sufrió en las últimas elecciones. Al hombre que se alió con los grupos económicos más concentrados y protegió a decenas de funcionarios acusados y condenados por delitos de corrupción le corresponde el presidente más rico, poderoso y vengativo de la historia reciente. Al presidente que manejó los jueces de la servilleta le corresponde al jefe de Estado que prohijó un Consejo de la Magistratura a su medida, para que los magistrados no puedan dictaminar sin el fantasma del juicio político sobre sus cabezas.

Néstor Kirchner tiene buena memoria: seguro que no olvidará las veces que se presentó a elecciones con la misma boleta electoral que encabezaba Carlos Menem. Y tampoco olvidará que fue Menem, junto con Domingo Cavallo, el que le puso la firma al documento que le permitió, cuando era gobernador, obtener las regalías petroleras más conocidas como los Fondos de Santa Cruz.

Tanto Kirchner como Menem podrán argumentar que no los une el amor sino la necesidad política. La diferencia, a esta altura del partido, es casi imperceptible.

Especial para lanacion.com