Superficial y provocadora como es, la vicepresidenta Cristina Fernández festejó la publicación de Lancet de los resultados parciales de la fase III del ensayo clínico de la vacuna Sputnik V como si fuera un partido de fútbol. “Es-pec-ta-cu-lar” escribió en su cuenta de twitter. Nadie puede negar que se trata de una buena noticia. No solo por el porcentaje de eficacia de la vacuna, con más del 90 por ciento de inmunidad, según afirman los estudios. También porque los niveles de desconfianza que había alimentado la falta de información, y la no aprobación de los organismos de control de la salud de los Estados Unidos y Europa, hacía que mucha gente se resistiera a aplicársela.

“Menos mal”, podría haber sido una reacción lógica de la vice, o del gobernador. O: “ahora hay que aprovechar para completar la campaña de vacunación”, que, por cierto, viene con una demora alarmante. Pero ella es así. Y Axel Kicillof también. El gobernador enrostró la información a los sectores que según él, militaban contra la vacuna rusa, y también a Horacio Rodríguez Larreta, a quien intentan esmerilar todos los días. Es como si la oposición o el periodismo crítico hubiera festejado con los puños apretados cuando se confirmó que la de Santiago Maldonado no había sido una desaparición forzada. O como si gritáramos como un gol de mediacancha el hecho de que el gobierno, abrumados por las evidencias, tuviera que escuchar, e involucrarse, en las denuncias contra Formosa por las violaciones de los derechos Humanos que ratificó Amnistía Internacional. Cada vez que veo y escucho a dirigentes políticos que se presumen serios festejando sobre cuestiones de Estado como si fuera la final del mundial pienso en el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri y en la guerra de Malvinas y me embarga una enorme tristeza. También me asalta un fuerte deseo de escribir el siguiente tuit: “Mamita: en manos de quienes estamos”. 

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia