El presidente Alberto Fernández, además del coronavirus, la destrucción de la economía, el aumento de la pobreza y el hambre, tiene un problema tan o más grande que todos los anteriores: la enorme presión política de su vicepresidenta, Cristina Kirchner.

La presión es enorme porque incluye cuestiones que Alberto no puede solucionar de la noche a la mañana. Pero a ella no le importa. Lo quiere y lo quiere ya. La impunidad de la propia Cristina es la más urgente. Quizá por eso la secretaria general de la presidencia Vilma Ibarra le pidió a Sergio Massa que incluyera en el temario de proyectos a debatir la reforma judicial. ¿Qué otra razón que no sea la presión de la vicepresidenta podría justificar semejante urgencia?

Pero después de su propia impunidad, lo que pretende Cristina, es un contundente apoyo para el gobernador de la provincia, Axel Kicillof, quien, para los próximos días, espera un aumento en los casos de Covid-19 que lo preocupan y le quitan el sueño.

¿Qué otro motivo podría explicar las extemporáneas declaraciones del Presidente criticando la política sanitaria y de construcción de hospitales de la exgobernadora María Eugenia Vidal?

Por supuesto, el Presidente no hizo la más mínima mención a los hospitales que Cristina, Daniel Scioli y varios intendentes inauguraron más de una vez, pero no pusieron en funcionamiento. Ni sobre los 28 años anteriores en los que el peronismo gobernó la provincia, de manera desastrosa e irresponsable. Gestiones que sumieron al distrito más importante de la Argentina en una decadencia muy difícil de revertir.

Alberto quiso meter a Vidal en el barro. Pero Vidal no picó. Al contrario: envió a sus voceros, Axel Campbell y María del Luján Rey, a responder por ella.

El Presidente ya había tratado de meter en el barro también al expresidente Mauricio Macri. Pero Macri tampoco pisó el palito. Tiene la misma estrategia que Vidal y que Elisa Carrió.

La estrategia se podría resumir así: "Los votaron para gobernar, ahora que gobiernen. No los vamos a salir a criticar con dureza, porque acaban de asumir. No les vamos a tirar toneladas de piedras como hicieron ellos cuando se opusieron al proyecto de ley de movilidad jubilatoria. Vamos a dejar que muestren qué tan bien lo pueden hacer".

Pero no fue solo Alberto quien intentó meter en el barro a Macri y a Vidal. También lo intentó hacer Cristina con Horacio Rodríguez Larreta. Fue cuando lo responsabilizó por haber nombrado como fiscal de la Ciudad a Juan Bautista Mahiques. Cristina mencionó a Mahiques como el funcionario que había presionado a la jueza de Casación Ana María Figueroa. Pero la magistrada no confirmó que se tratara de él.

El objetivo era doble. Uno: pulverizar una causa en donde la expresidenta está procesada. La del encubrimiento a los responsables del atentado a la AMIA. Dos: "ensuciar" al jefe de gobierno de la Ciudad. Es decir, el mismo dirigente al que el Presidente trata de darle el abrazo del oso, para diferenciarlo de la oposición sin "responsabilidades ejecutivas".

¿Qué hubiese pasado si Macri, Vidal, Larreta o Carrió hubieran contestado? Hoy los canales oficiales y paraoficiales estarían haciendo una especie de cadena nacional en continuado.

Y hablando de periodismo ¿es verdad que en algunos canales de televisión y señales de noticias, ciertos dirigentes de la oposición están prohibidos? Lo dijo ayer con todas las letras Waldo Wolf, en Terapia de Noticias, mientras criticaba la estrategia política del Gobierno.

Como Alberto y Cristina son animales de poder, saben que ambos tienen un problema: si la oposición no es tema de agenda, el tema de agenda son ellos.

¿Qué tipo de tema?

Las tres horas del encuentro que mantuvieron la semana pasada y cuyo contenido no divulgaron en la Quinta de Olivos.
La inquietante visita de Juan Grabois al Presidente de este semana.
La demora en discutir el proyecto del nuevo impuesto a los más ricos de la Argentina.
Las diferentes soluciones que propone cada uno sobre el tema de la negociación con los acreedores externos.
Pero el otro gran tema es el tipo de vínculo que sostienen. ¿Cómo trata el Presidente a Cristina Kirchner? Responden desde el propio Gobierno: "Como el caballero que es".

¿Pero la trata como una subordinada o como su jefe política? Esto lo respondió en más de una ocasión el propio jefe de Estado. Palabra más palabra menos Alberto afirmó: "¿Cómo me voy a privar de escuchar los consejos de una persona que gobernó durante ocho años la Argentina?

Una vez, le pregunté a una fuente muy cercana al Presidente, lo único que importa saber: ¿Quién toma las decisiones? La fuente me contestó: "El Presidente. Solo él. Y periodistas como vos deberían saber que la incidencia de Cristina en el Gobierno es mucho menor de la que ustedes se imaginan".

La conclusión de la fuente es que al colocar a Cristina en el centro de la escena terminan perjudicando al Presidente y también al país. Que esa construcción es una falacia.

Siempre es mejor, para el poder, que el periodismo no meta la nariz en asuntos sensibles. Para evitarlo, en vez de pedir que no informemos, lo que deberían hacer es ser y parecer. No que compremos todas sus teorías políticas, como si fueran verdades reveladas.

También comprendemos la situación del Presidente. Cristina, llegado el momento, no tendría problemas en volver a pelearse con Alberto. El sí: no quiere pasar a la historia como un irresponsable.