La grieta no se había cerrado. Estaba ahí agazapada, entre los contagios del coronavirus, y los oportunistas de siempre. Se podría decir que la volvió a abrir el dirigente menos pensado, el mismo al que promocionan como el presidente de la unidad: el presidente de la Nación, cuando llamó miserable a Paolo Rocca, accionista del Grupo Techint. Pero ya la habían entreabierto Marcelo Sain, ministro de seguridad de Santa Fe, al vincular al virus con los “chetos” que viajan al exterior y Daniel Filmus, al interpretar, de manera sesgada, que los aplausos de las 21 eran para Alberto.

¿Era necesario que el presidente introdujera la idea del gobernador Axel Kicillof cuando se preguntó para qué acumular tanto dinero si después un bichito minúsculo termina con todo, incluida esa fortuna? ¿Qué les molesta tanto a los peronistas? ¿Qué a los emprendedores les vaya bien y arañen el ascenso social? ¿No era eso lo que pregonaba el general? Ahora una parte del sector productivo de la sociedad, respondió a otra parte del gobierno con cacerolazos, y volvió a echar un poco más de sal en la herida, con el mismo concepto que usó Alberto para hablar de los grandes empresarios: “Ahora les toca a ustedes”. Está diciendo: “sáquenlá de su bolsillo”. O la más provocativa: “devuelvan la que se robaron”.

Pero el juego de la grieta en tiempos del coronavirus puede terminar muy mal. Porque, más allá de la interna de la oposición, entre duros y blandos, hay un grupo de empresarios que están agitando la rebelión fiscal. Es decir: la interrupción del pago del impuesto a las ganancias, el IVA y los ingresos brutos.

Sería una locura. Es una locura. Pero también el presidente debería pensarlo dos veces cuando insulta, descalifica, o sobreactúa devoción por Hugo Moyano, un dirigente que tiene más de diez causas abiertas por lavado, corrupción y asociación ilícita.

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