(Columna presentada en CNN Radio y publicada en Infobae) El riesgo país es, entre otras cosas, la sobretasa que paga una empresa o el Estado argentino para tomar deuda en el exterior. Es el índice que los mercados financieros usan para evaluar la confianza crediticia de un país emergente.

Un riesgo país de 900 implica que si una empresa argentina pretende pedir un crédito a un fondo de inversión tendrá que pagar nueve puntos más sobre la tasa de mercado que cualquier otra organización.

El Presidente argentino, Mauricio Macri, asegura que la suba del riesgo país tiene un motivo excluyente: el miedo a que Cristina Kirchner pueda ganar la elección. Es decir: el riesgo a volver al pasado. El pánico a que la Argentina se transforme en Venezuela.

El "Círculo Rojo" comparte el razonamiento del Presidente. Acepta que el riesgo país es el Riesgo Cristina. Esto es lo que dice y repite desde hace una semana el "mercado" nacional, el internacional y los fondos de inversión que recibieron la encuesta de Isonomía donde el Presidente aparece perdiendo en el balottage contra la Senadora nacional protegida por los fueros.

Todo este desbarajuste, además, lo había anticipado el consultor Jaime Durán Barba hace ya veinte días pero con encuestas que todavía concluían que Macri puede lograr la reelección.

La preocupación de Durán Barba no era la segunda vuelta de noviembre, sino el resultado de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) que se realizarán en agosto. El razonamiento del experto en ganar elecciones es que si Cambiemos pierde las PASO frente a Cristina Kirchner por más de un par de puntos, la dinámica de la incertidumbre se acrecentará, la volatilidad del dólar aumentará, la inflación no bajará lo suficiente, o seguirá subiendo, el plan económico se irá al demonio, y posiblemente el gobierno de Macri también.

El "Círculo Rojo" y también los dirigentes del peronismo racional, Alternativa Federal o el nombre que se la quiera poner, se regodea con el argumento de que a Macri le está pasando esto porque él mismo y la mesa chica del gobierno apostó a la grieta de manera irresponsable, suponiendo que el Presidente le ganaría más fácil a Cristina Kirchner que a cualquiera de los candidatos no kirchneristas.

Pero la verdad es que, aunque nadie lo diga, ellos parecen tan responsables como el gobierno de no evitar el crecimiento relativo de Cristina Kirchner porque su propuesta no alcanza a seducir a una porción del electorado suficiente, o porque no se animaron a enfrentarla en el momento y la forma en que lo tenían que hacer.

Tampoco los peronistas no kirchneristas generan amor, entusiasmo o empatía porque una buena parte de la sociedad sospecha que, a la corta o a la larga, van a arreglar con la Cofradía de los Desesperados de la Corrupción k y van a sumarse al Operativo Indulto para todos y para todas.

El gobierno atraviesa un momento plagado de malas noticias, apenas sazonado con algunas buenas noticias, cuyo alcance real todavía no aparece en el horizonte.

A las malas noticias no hace falta ni recordarlas. La buena es que una parte de los argentinos, incluso los que simpatizan o votarían a Cristina Kirchner, están empezando a reconocer, tímidamente, que Macri no se levanta a la mañana pensado a quien va a perjudicar, sino que hace lo que puede, en el contexto internacional que tiene, y con el poder acotado por la mayoría de la oposición parlamentaria.

Este es el único cambio de humor que generó el "plan alivio".

Quizá el efecto miedo a que Cristina Kirchner vuelva, con todo lo que esto significa, podría anticiparse en el tiempo y terminaría jugando a favor del oficialismo. O quizá la grieta que Macri supo alentar o no pudo combatir termine operando como el cuento del perro que se muerde la cola.

Así de imprevisible aparece el futuro inmediato, a esta hora.