(Columna presentada en CNN Radio y publicada en Infobae) Guillermo Moreno, el guapo Secretario de Comercio que recibía a los empresarios con una pistola sobre la mesa, tiene una autoestima enorme y el peor de los defectos: cree estar por encima de todos y de todo. Del presidente Mauricio Macri, de la ex presidente Cristina Kirchner, y, por su puesto, de los fiscales, los jueces y todo el sistema judicial.

Por eso planteó, con toda naturalidad y su habitual prepotencia, en una conversación telefónica que mantuvo con la esposa de Julio De Vido, Alesandra Minicelli, que había que "hacer política" para que "se callen todos". Es decir: para impedir que cualquier detenido con buena información pudiera quebrarse y confesar los delitos de la ex jefa de Estado y sus colaboradores. La escucha forma parte de la causa de los Cuadernos. Fue publicada por la señal TN.

También es tardía e ineficaz: corresponde al año pasado y en el interín se quebraron, entre otros, el hombre de los bolsos con dinero, José López, el 'Señor de los Peajes', Claudio Uberti y el arrepentido más relevante de toda la trama de corrupción K: el contador de la familia de Néstor y Cristina, Víctor Manzanares.

El de Moreno, por supuesto, en un mensaje, como diría Cristina Kirchner "cuasimafioso". ¿Qué significa hacer política para que nadie hable? ¿Repartir dinero entre los potenciales arrepentidos? ¿Prometerles cargos en el futuro gobierno de Cristina? ¿Presionarlos y meterles miedo, para que sientan que abrir la boca les puede costar incluso la vida de ellos mismos o de algunos de sus familiares? A Moreno le suele pasar lo que les sucede a quienes se creen los seres humanos más vivos del planeta: siempre terminan mostrando la hilacha, y colocándose más cerca del ridículo que de la historia.

Estremece pensar que Moreno fue uno de los hombres más poderosos del gobierno de Néstor Kirchner y también de Cristina Kirchner. Desde el 11 de octubre de 2006 hasta el 2 de diciembre de 2013. Entristece pensar que fue amo y señor del INDEC, el instituto de Estadísticas y Censos, y que manipuló las cifras oficiales con el mismo criterio político con el que plantea el "dilema del prisionero" y la orden de practicar "la ormetá".