(Columna publicada en Diario La Nación) El consultor Jaime Durán Barba está tranquilo y satisfecho. No confiado. Satisfecho. Porque las proyecciones que viene haciendo parecen confirmar una de sus máximas electorales. Es la que dice que el mejor candidato es el que no siente que tiene la victoria asegurada un año antes de la elección . Y ese, según él, parece ser el caso de Mauricio Macri .

Hace unos días, cuando le pregunté cómo analizaba la competencia electoral de 2019, creí entender que le resultaba satisfactorio que el círculo rojo pensara que el Presidente tenía muchas posibilidades de perder, porque esa incertidumbre haría que el aparato electoral de Cambiemos no se relajara. Me lo volví a encontrar cuatro días después y le pregunté si había interpretado bien su idea. Entonces fue más preciso. Me explicó que, a cualquier fuerza política, dar por descontado que se tiene la elección ganada puede llevarla a perder millones de votos. E incluso a ser derrotada a último momento. Basa la tesis en su experiencia de decenas de campañas electorales de candidatos a presidentes, gobernadores y alcaldes. Afirma que, cuando la victoria se da por sentada, los primeros que se relajan y no concurren a votar, o terminan votando a una candidata o candidato testimonial, son los electores. Y que en la Argentina esto suele pasar demasiado seguido.

Explica Durán que cuando hay un postulante que parece que ya ganó, los partidos chicos, de esos que en las encuestas no superan el 1,5% de los votos, pueden llegar a obtener el 3 y hasta el 5%. Dice que es porque los ciudadanos los suelen elegir impulsados por la empatía hacia el débil o derrotado de antemano. Afirma también que una de las competencias más difíciles para él fue la de la reelección de Macri como candidato a jefe de gobierno de la ciudad, porque para todo el mundo iba de suyo que el actual presidente ganaría, y eso se volvió peligroso.

Sostiene Durán Barba que, cuando parece que no hay ninguna duda de quién será el victorioso, el primero que se relaja, incluso antes que los electores, es el mismo candidato. Y que, inmediatamente después, todo su equipo de campaña se sienta a esperar el día de la elección, casi de brazos cruzados. El consultor piensa que como están las cosas, es difícil que esto suceda con Cambiemos de cara a las PASO de agosto, o a la primera vuelta de octubre de 2019. El asesor no presta mucha atención a los comentarios de los analistas políticos tradicionales. Prefiere abrazarse a los números y las estadísticas. Cuando se le comenta que la imagen e intención de voto del presidente argentino se vienen desplomando desde diciembre de 2017, responde que es una afirmación a la que le falta contexto. Y explica que hay pocos líderes en América Latina y en el mundo que después de una gestión de tres años con tantos contratiempos y errores
propios, mantengan todavía el nivel de aceptación que posee Macri. Cita los pésimos números de Michel Temer en Brasil y de Emmanuel Macron en Francia.

Sugiere que está en crisis la representación política; que está en boga el enojo planetario con la clase dirigente y con los políticos. Recuerda que antes, para ser candidato a presidente con posibilidades de ganar, se debía tener por lo menos el doble de imagen positiva que de porcentaje de rechazo. Y que ahora se puede tener incluso un índice de rechazo superior al de aceptación y aun así ganar la competencia, dependiendo del nivel de fragmentación de las otras fuerzas y el sistema electoral bajo el cual se elija.

¿Está usted inflando artificialmente la figura de Cristina Fernández?, le pregunté. Me respondió de manera muy elegante que eso era una idea muy estúpida, porque presuponía, entre otras cosas, subestimar la inteligencia de la expresidenta. Y porque implicaría también una ignorancia supina sobre por qué ella sigue manteniendo una intención de voto de cerca del 30%. Durán Barba explica que las encuestas cualitativas que hace Santiago Nieto demuestran que la mayoría de quienes responden que la volverían a votar lo hacen porque entienden que algunas de sus políticas le mejoraron la vida. Ahora tanto él como Nieto están muy ocupados analizando las respuestas cualitativas del altísimo porcentaje del electorado a los que ambos denominan "ni-ni". Es decir: los que sostienen que no tienen ganas de votar ni a Macri ni a Cristina.

A él le parece claro que entre los muchos que votaron al actual presidente, el sentimiento es de decepción y aun de enojo. Pero que no aparece la sospecha de que el jefe de Estado se levante a la mañana con la idea fija de amargarles la vida a los argentinos. Expresa el consultor que una amplísima mayoría, en cambio, sostiene que nunca votaría a Cristina por nada del mundo. Y que entre las respuestas que dan los encuestados sobre las razones para no votarla más hay dos que se repiten: ella es el pasado y es sinónimo de corrupción.

¿Esto significaría que, a la hora de la verdad, muchos los que dicen que hoy no votarían a Cambiemos mañana lo van a terminar haciendo? El analista se ataja. Explica que no podría asegurarlo. Pero no descarta que pueda suceder, porque cree que Macri todavía tiene tiempo y herramientas para reconquistar a una porción de los desencantados. El licenciado en Filosofía Escolástica afirma que no percibe un repunte considerable de ningún candidato del peronismo alterativo. Explica que las imágenes de los principales dirigentes de la Tercera Vía no aparecen muy nítidas. Que los votantes tienen el olfato mucho más fino que los dirigentes. Y que Macri y Cristina Fernández se llevan una buena parte de los votos porque ambos representan un conjunto de ideas más definidas,
aunque al mismo tiempo son muy distintas entre sí.

Le pregunté a Durán Barba sobre la teoría de moda que afirma que la polarización y la incertidumbre electoral estarían afectando al candidato Macri porque impactarían directamente sobre la economía real y las inversiones externas y de empresarios nacionales. Me respondió con una sonrisa que él no sabe de economía. Que su trabajo consiste en tratar de ganar elecciones. Ante el comentario de que el ala política defiende la idea de abrir Cambiemos no solo para ganar en octubre, sino para después gobernar con mayoría en el Parlamento, Durán vaticinó que si Macri es reelecto, hará un segundo gobierno mucho mejor que el primero. Que de alguna manera repetirá la experiencia de éxito de su segundo mandato en la ciudad de Buenos Aires. Que es mentira que se vaya
a necesitar una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en el Senado. Que Néstor Kirchner impuso su autoridad presidencial aun sin haber ganado las elecciones. Y que la posibilidad de lograr acuerdos para aprobar reformas estructurales como una nueva ley laboral no depende tanto de las mayorías, sino de la muñeca política de las autoridades legislativas.

Durán insiste con que los votantes de Cambiemos no quieren saber nada con establecer alianzas con la mayoría de los dirigentes del peronismo. Que en las encuestas vinculan a casi todos los peronistas con los gobiernos de Carlos Menem, de Eduardo Duhalde, de Daniel Scioli, de Néstor Kirchner y de su viuda. Entiende que, más allá de la mirada del círculo rojo, a los peronistas los relacionan con el pasado, con la política ventajera, con la rosca y parte de la corrupción. Sugiere: no es solo que no convenga; sería directamente suicida aliarse con ellos para estas elecciones.