(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) Alternativa Nacional, la nueva marca peronista que busca desplazar a Cristina Fernández como la principal líder de la oposición y evitar la reelección de Macri el año que viene, tiene una cuesta empinada para subir y así pasar por encima de la grieta.

Lanzada ayer, con una estética moderna, liderada por Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Miguel Ángel Pichetto y Juan Schiaretti, debe resolver el dilema de cómo diferenciarse de Cristina y al mismo tiempo no ser rechazado por la mayoría de sus votantes y cómo diferenciarse de Macri pero regulando la intensidad de sus críticas para no emparentarse con los socios del Club del Helicóptero.

Cada uno de los cuatro dice, en términos genéricos, más o menos lo mismo: hay que atravesar la grieta colocándose en el lugar del futuro, presentándose como lo que tarde o temprano sucederá.

Pero el día a día de la vertiginosa dinámica política los vuelve a colocar una y otra vez en un lugar incómodo. Tironeados entre una base electoral y la otra. O para decirlo en términos más populares, entre Alfredo Casero y Dady Brieva, los exponentes más histriónicos del superclásico de la política nacional que se renueva una y otra vez.

El lugar más incómodo de todos, por ahora, es el de Pichetto, porque ya anticipó hasta el cansancio que seguirá defendiendo los fueros de Cristina Fernández, y eso es inaceptable para más del 70 por ciento del electorado. Pero también, y sobre todo, en casi la totalidad del electorado al que quieren seducir, y que comanda la exjefa de Estado.

A Pichetto, con respecto a Cristina, lo corre por izquierda todo Cambiemos, pero a Massa, Urtubey y Schiaretti, le caen encima, cada vez que pueden, las figuras más vehementes de la Coalición Cívica, y otros dirigentes "sueltos", como Elisa Carrió, Mariana Zuvic, Paula Olivetto, Fernando Iglesias y Luis Juez.

Massa, por cierto, es el mejor posicionado, y el que tiene una cancha más grande, y mejores argumentos para esgrimir. Puede recordar, sin ponerse colorado, que fue él quien sacó de la cancha a Cristina en las elecciones de 2013.

Y puede dar su versión sobre por qué rompió la buena relación que estaba construyendo con Macri, después de aquel primer viaje a Davos. Cada tanto, la desliza entre sus interlocutores. Dice que el Presidente no le perdona que haya sacado de la ley de blanqueo la posibilidad de incluir a los parientes de los funcionarios, para obligar al jefe de Estado a eliminar ese artículo por decreto.

La versión de Macri es la opuesta: sostiene que Massa le prometió que no iba a ponerle palos en la rueda, que esperaría dos turnos para alcanzar la presidencia, pero que al poco tiempo de andar empezó a reclamar medidas populistas e irresponsables, en una alianza tácita con el kirchnerismo que dice tanto repudiar.

El líder del Frente Renovador elabora un discurso que se considera "superador", representativo de los que tienen que elegir entre pagar la factura de la luz y el gas o comprar los alimentos necesarios para llegar a fin de mes y al mismo tiempo repudian el sistema de corrupción y los cuadernos de Oscar Centeno.

Pero la demanda de los votantes de uno y otro lado de la grieta es bastante más extrema: unos quieren a Cristina presa y sin privilegios y a Macri tirando la toalla y si es posible entregando la presidencia antes de diciembre del año que viene.

Y muchos de los mismos que no se explican por qué la expresidenta no fue detenida todavía creen que más que la impericia del propio Gobierno en materia económica, lo que impide el avance del país son las medidas populistas que alienta, incluso, el peronismo denominado racional.

"Son todos lo mismo", es lo que piensan Macri y Marcos Peña. Para decirlo de una vez, sencillo y corto: no se trata de un problema solo de posicionamiento político, sino de las posturas sin matices en las que están parados dos tercios de los que van a votar en las próximas elecciones presidenciales.

El volumen y la densidad que pretende darle Alternativa Nacional a esta nueva iniciativa incluye a más de una decena de gobernadores y casi 80 legisladores nacionales, entre diputados y senadores.

La campaña ya empezó, entre los cuadernos, el dólar, el flan de Casero y la idea de Brieva de que Macri gato se despierta a la mañana con la única obsesión de arruinarle la vida a todos y cada uno de los argentinos.