(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) Hay algo que asusta más a la mayoría de los argentinos que la impericia que mostró hasta ahora el gobierno de Mauricio Macri para mejorar la economía del país: el regreso al poder de los denominados socios del club del helicóptero, cuya presidenta indiscutida es Cristina Fernández de Kirchner.

En los focus groups de las consultoras que preguntan por la crisis hay bronca y decepción por "la oportunidad perdida", pero también argumentos que tienden a justificar el actual estado de las cosas. Empiezan a aparecer, en las respuestas de los consultados, como parte de las causas de la crisis, el aumento de la inflación y la disparada del dólar, la sequía, la guerra comercial entre Estados Unidos y China y los arrebatos de Donald Trump. Se le critica a Macri "la soberbia" que otros consideran un "exceso de optimismo", pero nadie, excepto el núcleo duro de los kirchneristas que lo que quieren ver fuera del gobierno cuanto antes, consideran que el Presidente asumió su cargo para terminar de arruinar, de manera premeditada, la vida de los argentinos. Lo que sí aparece en "la conversación" de la mayoría de los encuestados es el rechazo absoluto al regreso de dirigentes como la propia Cristina, Hugo Moyano, Luis D'Elía, Roberto Baradel, Hebe de Bonafini y los "chicos grandes" de La Cámpora, quienes terminaron de perder el aura original de militantes comprometidos, al ingresar como recaudadores de dinero sucio en los cuadernos de la corrupción k.

Al principio de la administración Macri cada uno de ellos era juzgado por sus propias acciones, pero la dinámica de la realidad los puso ahora a todos juntos, en la misma bolsa de gatos: los que trabajan para voltear a un gobierno al que consideran perverso y entregador. Hasta el propio expresidente Eduardo Duhalde, quien desprecia a Cristina con ganas desde hace muchos años, fue incluido en la misma bolsa de cuasigolpista al advertir, hace muy poco, que el presente se está pareciendo demasiado a la demanda del "que se vayan todos" que tronó en las calles en diciembre de 2001. ¿Y cómo reacciona el argentino promedio ante las figuras del peronismo no kirchnerista que en el medio de la crisis vislumbraron la posibilidad de volver a ser gobierno en 2019? Todavía con desconfianza y cierto desconocimiento sobre quién es quién y qué pretende cada uno.

El más conocido a nivel nacional es Sergio Massa y en un escalón más abajo se encuentran el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, el de Córdoba, Juan Schiaretti y el senador por la provincia de Río Negro, Miguel Ángel Pichetto. El exgobernador Daniel Scioli los supera ampliamente en nivel de conocimiento, pero la caída de su imagen positiva ha sido estrepitosa desde que se conocieron los casos de corrupción en los que aparece involucrado.

El problema que ahora tiene y que sigue arrastrando el colectivo al que se denomina peronismo racional o federal es que la mayoría de sus dirigentes se encuentran a mitad de camino entre el espacio imaginario que ocupan Macri y Cristina Fernández, los grandes referentes de cada una de las partes de la enorme grieta en que siguen divididas las opiniones del país. Y esta incómoda ubicación, en vez de potenciar sus posibilidades, las anula. Lo sufre en carne propia Urtubey, a quienes los votantes de Cristina lo consideran un apéndice de Macri. Y lo sufre también Massa, a quien los defensores del gobierno lo toman como un kirchnerista que saltó del barco antes de que empezara a hundirse, y los cristinistas lo llaman traidor, porque fue el dirigente que, en 2013, le puso un límite concreto a la expresidenta para continuar en el poder. Para colmo, la crisis, en vez de servirles para configurar una identidad más definida y más nítida, los coloca otra vez en un brete.

La discusión por el presupuesto es el ejemplo más claro. ¿Hasta dónde deben facilitar su aprobación, si lo que necesitan en realidad es diferenciarse de lo que propone el Poder Ejecutivo? ¿Hasta dónde deben forzar el nivel de crítica y oposición a la propuesta oficial, sin que sean considerados los socios estratégicos de Cristina y la runfla que la acompaña y la sostiene?

El problema de los caminantes de la avenida del medio es que se mueven todo el tiempo en algo parecido a un campo minado, y con restricciones concretas para opinar en un sentido o el otro. El silencio de Massa se explica más por eso que por cualquier otra cuestión. En cambio los socios del club del helicóptero pueden expresar sus ideas sin filtro, y es por eso mismo que espantan a más del 70 por ciento del electorado.

En el caso de Cristina y Moyano, lo hacen, porque es la única manera que tienen para evitar su propia detención y la de sus hijos. Lo mismo le pasa de D'Elía, quien presiente que los jueces de la Cámara de Casación volverán a decidir que merece ir a prisión, por la toma de la comisaría de La Boca en 2004.

Los encuestadores que destacan la abrupta caída de la imagen y la intención de voto del Presidente después del rotundo triunfo en las legislativas del año pasado se hacen la pregunta incorrecta. No es importante analizar por qué cayó tanto en tan poco tiempo. El análisis indicado es por qué todavía cuenta con más de un 30 por ciento del electorado que lo apoya de manera casi incondicional. Y la respuesta es la misma que lo hizo ganar en 2015: el hartazgo, el rechazo y el pánico que producen Cristina y sus muchaches, y no los escasos méritos del gobierno actual. Ellos son funcionales a la reelección de Macri.