(Columna presentada en Radio Berlín y publicada en Infobae) El día en que se conoció la existencia de los cuadernos del chofer Oscar Centeno, y lo avanzada que estaba la investigación judicial, un dirigente de la agrupación que lidera Sergio Massa se alegró. Pensó, por un momento, que la gravísima acusación, acompañada de pruebas irrefutables, la sacaría de la cancha de la política.

Supuso, también, que ni siquiera el senador Miguel Pichetto podía sostener, en semejantes circunstancias, su postura de no quitarle los fueros parlamentarios. La tormenta del dólar y la devaluación harían el resto. Pichetto y Massa tienen una relación inmejorable, pero sus intereses y sus deseos no confluyen. Massa, en su momento, le dijo al senador que, defendiendo la llamada doctrina Menem de no permitir el desafuero hasta que hubiera una sentencia firme, estaba cristalizando la impunidad. También le sugirió que con su decidido apoyo a la interrupción del embarazo estaba dejando a la mitad de sus potenciales votantes afuera.

El de Pichetto es un caso muy particular. Sus posturas no siguen un criterio ideológico, sino personalísimo. Puede defender con énfasis y argumentos muy lúcidos la decisión de propiciar el aborto legal, seguro y gratuito y al mismo tiempo cerrar las fronteras para que ningún extranjero se atienda en un hospital público de nuestro país. Defiende la existencia de un peronismo moderno y al mismo tiempo reivindica la figura de Carlos Menem, el ex presidente que llevó a la Argentina a los niveles más altos de corrupción y de decadencia cultural, económica y social, en cerrada competencia con los últimos años del kirchnerismo.

La pregunta de la hora es: ¿por qué el peronismo denominado racional no se termina de revelar contra Pichetto y pide a viva voz el principio de igualdad ante la ley para que Cristina sea desaforada, eventualmente detenida, y posteriormente condenada, como Julio De Vido, Roberto Baratta, Ricardo Jaime y otros altos funcionarios?

En el conurbano de la provincia de Buenos Aires se entiende: los intendentes no la soportan, pero necesitan sus votos para mantenerse en el poder. Pero ¿en el resto del país? Si Massa, Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey, Diego Bossio y todos los demás no salen de la trampa por arriba, además de Cristina Kirchner, el gran beneficiario será Mauricio Macri.

El Presidente necesita a la ex presidenta como candidata para ganar en segunda vuelta el año que viene. Y ella no tiene más remedio que "jugar" si quiere transformar en energía política su irremontable situación procesal. Sin embargo, el peronismo no kirchnerista no debería tener ninguna razón para seguir en silencio, ante las abrumadoras evidencias que condenan a la ex presidenta.

Solo Urtubey, y de manera muy prudente, se ocupa de dejar sentado que no comparte y que condena los niveles de corrupción que tuvo el gobierno anterior. ¿Por qué los demás líderes no condenan con energía lo que se considera el robo institucional más importante de la Argentina reciente? ¿Es un mero cálculo político, porque aspiran a captar el voto de las bases que todavía permanecen fieles a la jefa de Unidad Ciudadana, o temen que el tsunami de la búsqueda de transparencia se los termine llevando puestos, en plena campaña electoral?

"No somos todos lo mismo. Eso la gente lo sabe", me dijo uno de esos dirigentes peronistas que aspiran a volver en 2019. Lo tendrán que demostrar en la campaña.