(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) Es posible que el presidente Mauricio Macri haya interpretado mal las razones del triunfo de Cambiemos en las elecciones presidenciales de 2015 y las legislativas de 2017. Quizá impactado, en especial, por los efectos de la última competencia electoral, pudo haber entendido que la abrumadora mayoría de los argentinos que eligieron a Cambiemos lo hicieron para dejar definitivamente atrás el populismo. Tal vez bajo ese supuesto convalidó un aumento de tarifas que incomodó y provocó el rechazo de muchos de sus votantes. Al mismo tiempo, la persistencia de la inflación, la protesta social y el tibio crecimiento fueron alimentando un clima de insatisfacción que terminó de fraguar con la corrida cambiaria.

Ahora el jefe de Estado se encuentra en el preciso momento en que debe decidir si profundizar el rumbo o empezar a cambiar para garantizar su proyecto de ser reelecto en 2019. Macri ya sabe, aunque se terminó de convencer ahora, que no cuenta con una adhesión mayoritaria, haga lo que haga. Que su base electoral está compuesta por un 25% de convencidos, que el otro 25% duro le pertenece a Cristina Fernández, pero que para ganar sin sobresaltos necesita recuperar a otro cuarto del electorado que lo votó porque estaba harto del kirchnerismo. ¿Cómo volver a conquistarlo? Se sabe que las campañas electorales de Cambiemos son insuperables, pero que no tuvo una estrategia política para mantener y acrecentar su caudal electoral mientras administra y gestiona.

Macri, Peña y Jaime Durán Barba, se han negado, desde siempre, a establecer acuerdos y alianzas con un sector del peronismo al que consideran hipócrita y ostentador de un permanente doble juego. Rechazaron en 2015 y en 2017 la oferta de Emilio Monzó de sumar voluntades mientras se estuviera en situación de fortaleza. Para justificar la negativa, argumentaron que se corría el riesgo de diluir la identidad del proyecto político de Cambiemos. Pero ahora que la imagen positiva de Macri y del Gobierno bajaron y las expectativas del peronismo subieron cabe preguntarse ¿Tenía Cambiemos una identidad suficientemente fuerte como para darse el lujo de no intentar sumar voluntades afines? ¿No fue acaso la discordancia populista que se produjo en el seno de la propia Coalición, con Elisa Carrió y Alfredo Cornejo, a la cabeza, lo que aceleró y precipitó la discusión sobre el proyecto de ley para retrotraer el aumento de tarifas que terminó en el veto presidencial del viernes pasado? "Una cosa fue la corrida y otra cosa las diferencias dentro de la coalición. A la corrida la provocó la situación de vulnerabilidad de la Argentina por la dependencia del crédito externo. El ruido que hicieron Carrió y los radicales no hizo más que sumar desconcierto, y abrir la puerta al peronismo para instalar en la agenda pública los temas que nos incomodan", me dijo un ministro que al que se lo considera más político que técnico.

De cualquier manera, tanto Macri, como Monzó y los propios radicales entienden que ya es tarde para plantear un gran acuerdo con alguna expectativa de prosperar. Que la campaña electoral se adelantó un par de meses, y que quizá los líderes del denominado peronismo racional pero también Cristina aprovechen este momento para trabajar juntos en la tarea de esmerilamiento del presidente y el resto de los integrantes del oficialismo con cargos ejecutivos.

El ala política de Cambiemos piensa otra cosa. Sus referentes opinan que todavía hay tiempo de reconocer errores y de cambiar. Pero no pour la galerie sino de verdad. Proponiendo un paquete de iniciativas sociales que impacten directamente en el poder adquisitivo del salario, aunque sean interpretadas como medidas populistas. Intentando sacarse de encima el estigma de un gobierno de ricos y para los ricos, que la nueva situación política logró reinstalar. Proponiendo una agenda para los que menos tienen e incluirla en el presupuesto de 2019 más allá de los ajustes de la política y de las decisiones para bajar el déficit fiscal. Monzó cree que es posible e incluso supone que esa agenda podría llegar a restablecer los puentes de comunicación con una parte del peronismo. Macri y dos ministros del área económica por ahora, no lo encuentra lógico ni posible.

"El presupuesto es uno solo y magia no se puede hacer. Para llegar al déficit que nos garantice un buen acuerdo con el FMI hay que hacer recortes en todas las áreas, y eso va a generar protestas y descontento. Por otra parte, ya es tarde para intentar cualquier acuerdo con el peronismo. El tiempo electoral se aceleró y no hay manera de sentar a la oposición en una misma mesa. Sería una pérdida de tiempo. Independientemente de que algunos formadores de opinión lo puedan tomar como un síntoma de debilidad". ¿Esto significa que el Presidente va a profundizar su discurso antipopulista y su política de ajuste? "Si. Esto puede estar significando que Mauricio ya eligió morir con las botas puestas", me dijo, hace un tiempo, en estricto o, un consejero y amigo que estuvo mucho tiempo alejado del gobierno, y que ahora ha sido llamado de nuevo en consulta, en el medio de la corrida cambiaria.

Para ese hombre, morir con las botas puestas significa mantener un discurso y una acción coherentes, rezar para que la fragmentación del peronismo se mantenga hasta la próxima competencia electoral y volver a ganar finito, por unos cuántos cientos de miles de votos, tal como sucedió en la segunda vuelta contra Daniel Scioli, en octubre de 2015. El hombre de Macri acepta que hace tiempo se perdió la oportunidad de sumar a sectores que hoy hubieran acompañado al gobierno en Diputados y Senadores.

Además cree que hacerlo en este momento sería terminar de debilitar a Cambiemos por su base, que es la que todavía cree que para que la Argentina cambie de verdad hacen falta más sangre, más sudor y más lágrimas. Incluso después de la última devaluación, que está impactando en los precios y la inflación de manera indudable. "Quizá lo que habría que hacer no es ensayar algunos gestos populistas, sino empezar a comunicar a los argentinos donde está la luz al final del camino. Explicar cuál es el propósito y el sentido de este presente. Por qué y para qué tenemos que hacer los sacrificios que no le gustan a nadie", me dijo el consejero presidencial.